Recientemente Meta (matriz de Facebook, Instagram y WhatsApp, entre otros conocidos servicios digitales) ha sido multada – otra vez – por mala gestión de los datos de sus usuarios. En concreto, la Comisión Irlandesa de Protección de Datos (Irish Data Protection Commission) les ha multado con 390 millones de euros por no proteger los datos de los usuarios.
A uno le queda la sensación que, a pesar de la importante cifra de la sanción, ésta es sólo una gota más de un importante océano de incidencias (por decirlo de alguna manera…) relacionados con los datos y, más concretamente, con su mala o nula gestión.
Periódicamente nos llegan noticias de sanciones (como ésta de Meta) o de exposición – no esperada – de datos privados de clientes/usuarios de todo tipo de organizaciones (públicas y privadas, multinacionales y pymes, nacionales e internacionales).
En pleno siglo XXI, cuándo la mayoría de los dirigentes de las organizaciones ya tienen claro que los datos son un importante activo, es paradójico que éstos sigan siendo gestionados como cuándo estaban almacenados en discos de 3,5 (esta afirmación no es demagógica, aún hay muchos servicios importantes que utilizan los disquetes).
Conviene tener presentes todas las fases del ciclo de vida de los datos en nuestra organización, desde su generación hasta su uso pasando por su modificación, archivado o incluso, si procede, su eliminación. Este ciclo de vida puede ser más o menos complejo en función del tipo de cada dato, de la propia organización y, muy especialmente, de sus (inter)dependencias con otros datos.
La imperante digitalización de todos los procesos de las organizaciones ha conllevado que éstas tengan un considerable volumen de datos y que sus ciclos de vida sean extremadamente difíciles de gestionar, siendo más precisos, estamos en una realidad en la que los datos deben ser gobernados.
Entendemos el gobierno de datos como la metodología necesaria para conseguir el máximo valor de los datos sin morir en el intento. Dicho de otra forma, si somos capaces de gobernar los datos entonces alcanzaremos la máxima eficiencia posible en la gestión de los datos.
En todas las organizaciones hay problemas como, por ejemplo, duplicidad de datos; baja calidad de los datos; existencia de datos no conocida por los que deberían saber de su realidad (a saber, no disponer de un inventario de datos); datos que no cumplen la normativa; diferentes interpretaciones de los datos por desconocer su contexto y sus metadatos; etc. la lista de problemas reales es muy larga.
¿Queremos de verdad superar la época de los discos de 3,5?
¡Implantemos la metodología de gobierno de datos en nuestra organización!
(Quizás cuándo todas las organizaciones ya estén gobernando sus datos por fin dejaremos de utilizar el símbolo de un disco de 3,5 para “guardar” los datos?)